El truco

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Descubrir el truco
(foto de César Corbacho)

Al principio no entendía nada. Giraba la cabeza de un lado a otro, esperando descubrir el truco —«esta mierda no puede ser, debo estar soñando»—. De frente, sus ojos no decían nada. A su altura el mensaje era distancia, frío, pero desde abajo se intuía algo distinto, otro idioma que aún no sabía descifrar. Así que guardó esa historia en su bolsillo, el lugar más seguro que tenía. Hasta que por fin, el otro día, descubrió el maldito truco. Entonces rebuscó: ahí seguía su historia, ahora un trozo de papel arrugado donde no quedaba rastro de tinta. La colocó en el cristal de la ventana, la observó detenidamente y comenzó a distinguir algunas cosas. Lo que se adivinaba al trasluz era una ensalada de platos y sueños, todos rotos, y una súplica de perdón pulverizada flotando en el aire.

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