
Resulta que se puede. Te dicen que no, que no y que no. Que no toques la puerta. Y resulta que sí, que puedes dejarla abierta, pegar un portazo y entrar sin llamar. O puedes arrancar la puta puerta y tirarla por la ventana. Claro que puedes.
Hagas lo que hagas, estará bien, porque no se lo esperan. Esperan que les hagas caso. Ni soportan ni toleran tu opinión.
A mí toda esa gente me sobra, de mi vida y de la de los que me importan. Pero, aunque lo haría de mil amores, no puedo decidir por ti.