Ya hablé de esto en el primer artículo de la segunda temporada, pero muy por encima. Dentro de nada inauguraré una nueva sección —la sección de invitados—, por la que irán pasando colegas míos —gente de malvivir, básicamente— contándonos sus mierdas. Te va a molar.

Índice del artículo
¿Qué es un invitado?
Un invitado es alguien que escribe un artículo para publicarlo en este blog. Alguien que no soy yo; este matiz es importante. Es necesario que sea otra persona. ¿Está claro?
¿Quiénes serán los invitados?
Bueno, conociendo al Dr. Pepino, creo que te lo puedes imaginar. Lo mejor de cada casa. En la mayoría de los casos, prófugos del tribunal médico: gente con problemas mentales evidentes, como yo, pero aún sin diagnosticar. Pura crema, en resumen.
¿Sobré qué van a escribir?
Mis invitados tienen mi permiso y bendición para escribir sobre lo que les dé la gana. Sobre música, sobre literatura, sobre cine… Hasta pueden darnos su opinión, aunque no nos interese, como hago yo.
¿Quién va a ser el primer invitado?
Mi primer invitado va a ser Raúl Carnicero, un locutor muy salao de RockFM. Vamos, una puta estrella mediática. Un personaje que es a la vez «periodista y persona (que no es poco)», como se autodefine en su cuenta de Twitter.
Cómo les convenzo para que escriban en el blog
Éste es un proceso bastante laborioso. Sigo varios pasos, siempre los mismos, independientemente de que mi objetivo sea hombre o mujer. No hago distinciones.
Mi primer paso es enviar un mail sin faltas de ortografía en el que, de forma amable y cordial, invito a la persona en cuestión a escribir algo para mi blog.
Si esto no funciona, me arranco con un segundo correo redactado con un tono más amenazante. Aquí ya suelo incluir frases completas en mayúsculas, como si estuviese gritando, y emoticonos como el del demonio, el del puñetazo o el del zurullito. También me gusta adjuntar alguna foto comprometedora, que previamente he retocado con el Photoshop para difuminar mi cara, porque si no me comprometería a mí mismo también y eso sería una gilipollez. Una gilipollez contraproducente.
En este segundo email acostumbro a despedirme con un enigmático «… y no me obligues a hacer algo de lo que luego me arrepienta».
Si continúo sin obtener una respuesta positiva, ya empiezo a llamar por teléfono a horas intempestivas.
¿A las 4 de la mañana, por ejemplo?
No, hombre, no. Ten en cuenta, para que te sitúes, que toda esta gentuza de la que te hablo son colegas míos. ¿Qué significa eso? Eso significa que, a las 4 de la mañana, lo más probable es que estén en el momento cumbre de su día. El mejor momento para molestarles es a las diez de la mañana, que es cuando están cogiendo el primer sueño. De esta manera me dicen a todo que sí, porque lo único que quieren es terminar la conversación para que cuelgue y les deje dormir.
Aun así, después de lo del teléfono, sigue habiendo gente que se me resiste. En estos casos ya no me queda más remedio que personarme en su domicilio, ataviado con mi bata blanca del Dr. Pepino.
Soy muy de esperar, agazapado tras un arbusto, a que salgan del portal para darles un susto. El problema viene cuando no hay arbustos cerca… yo me agazapo con una agilidad felina, pero ellos me ven nada más salir y pierdo el factor sorpresa. ¿A quién se le ocurre levantar un edificio sin plantar los arbustos primero? A mí no me entra en la cabeza.
Amenaza final del Dr. Pepino
Yo creo que con esto ya te puedes hacer una idea de lo que te espera… Y nada, estate atento al salir de casa, a ver si te vas a llevar un susto.